Hasta el día en que Josué apareció. Hasta el día en que su ejército se puso en marcha. Hasta el día en que los ladrillos se agrietaron y las peñas se rompieron. Hasta el día cuando todo tembló… las piedras de los muros, las rodillas del rey y las muelas de los soldados. El fuerte impenetrable se topó con la fuerza imparable. La poderosa Jericó se desmoronó.
 Y esto es lo que necesitas saber sobre Josué: él no derribó los muros. Los soldados de Josué nunca tuvieron que mover un mazo. Sus hombres nunca desplazaron un ladrillo. Nunca echaron una puerta abajo ni removieron una piedra.
¿El zarandeo, la sacudida, el estruendo y el derrumbamiento de los muros? Dios lo hizo por ellos. Y Dios lo hará por ti.

Deja que Dios derribe de una vez por todas a tu Jericó. No temas, Él lo hará por ti."
Extraido de Renuevo de Plenitud.com y ellos a su vez del libro "Dias de Gloria de Max Lucado.